Era la primera vez. Los prejuicios eran muchos. Había precaución, lo admito. Aquella noche era la cita con su Majestad, El rey.
El escenario, tan rústico y elemental, pero cumplidor con su finalidad: La de acoger a sus seguidores preparados para la ceremonia. Sin embargo, muchas personas se quedan afuera, sin poder traspasar el fortín de metal que delimita el espacio, pero siempre reconfortados y extasiados con la fuerza y resonancia de la voz de su Majestad.
Entro en escena y me considero un extra atento a lo que pudiera pasar en el trascurso de aquella noche. Hay decenas de personas alrededor del personaje que los ha congregado, un personaje imperturbable, firme, frío y con una personalidad única ganada entre sus seguidores.
Entro en escena y me considero un extra atento a lo que pudiera pasar en el trascurso de aquella noche. Hay decenas de personas alrededor del personaje que los ha congregado, un personaje imperturbable, firme, frío y con una personalidad única ganada entre sus seguidores.
Es todo un ritual, la música hace de las suyas en la sincronización corporal de los presentes más entusiastas que se abandonan a la rimbombancia de tan peculiar melodía.
El alcohol no puede faltar, las bebidas de lúpulo y cebada son las más populares. Los asistentes, provenientes de distintas partes y clases sociales de la ciudad, se ubican al frente del escenario. Las mujeres y su baile cadencioso tampoco dejan de asistir; negras, blancas, trigueñas. Es una buena ocasión para la integración.
Es la celebración de los sectores más populares, un ritual urbano que acontece en los nuevos tiempos, una noche especial presidida por un personaje de circuitos, consolas e inmensos parlantes: su Majestad, El Rey de Rocha, el “picó*" más popular de Cartagena.
Un artefacto electrónico tan ceremonioso que ha ganado gran reconocimiento en todos los rincones de la ciudad, como si fuera un personaje público al que todos conocen.
Un armatoste que convoca a las masas para lo que es todo un ritual alrededor de sus ondas sonoras. Un ritual de baile, cortejo, exhibición, y adoración a la música, la otra protagonista, la Reina, la que sin su presencia El Rey no fuera Rey. Es ella la voz de su Majestad que cobra vida propia, que hace vibrar a sus súbditos. Es la música que embriaga, es la Reina de la noche, la del “meke”: La champeta.
En una noche como aquella se complementan. El picó con su potencia, espectacularidad y poder de convocatoria, como todo el rey que es; y la champeta con su cadencia, popularidad y acogida en el gusto musical de grandes masas.
Sólo fue una cita, pero son muchas en el año en que sus súbditos se reúnen a su alrededor para la fiesta “picotera”. La precaución siempre la hubo, como la debe haber en todo evento público, pero muchos prejuicios se desvanecieron con cada estremecida del “meke”.
*Picó: Dispositivo electrónico con grandes amplificadores de sonido, muy común en zonas populares del caribe colombiano.
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JAHIR CURREA LOZANO
Comunicador social, egresado de la Universidad de Cartagena, Colombia. Amante de las letras y la fotografía.
Cuento lo que quiero contar, sin límite de caracteres y a todo color.
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