16 dic 2009

Atribulado

Todo adquiere un sabor distinto: Amargo o sencillamente insípido. Todo se torna de un color extraño, perfectamente podría verlo en sepia, como las fotos viejas que muestran muchas caras sonrientes y que han sido transfiguradas por el tiempo.



Todo huele a perturbación a desosiego. El abismo que se siente en el pecho cuelga de un pequeño y doloroso nudo que se ata y se siente en la garganta.

Necesitas un soundtrack, una canción de fondo que acompañe tus momentos de tristeza. Las de suave melodía y alta carga emotiva son buenas. En esos momentos todo lo que escuchas parece conectarse a tus emociones, así sea solo el fragmento de alguna canción inadvertida.

Usas el contenido lírico, lo escuchas, lo interiorizas, lo sufres, te martirizas y te gratificas. Te afectas aún más pero lo necesitas.



La desorientación es un síntoma agobiante. El no saber que será mejor para el cuerpo y una mente perturbada: si acostarse y dormir, y dormir, y dormir; si se puede, claro. O, si salir y caminar hasta donde te lleven un par de piernas desligadas de tu mente; o, si visitar a un amigo y pretender escuchar su amplio repertorio de monólogos; o, si simplemente imaginar que mueres lentamente y sin dolor, y que todos los problemas se quedan. Eso podría ser un buen recurso.



Imaginar que mueres: la vida toma un significado totalmente distinto. Ya no hay apegos con el mundo. Los problemas se hacen tan pequeños, los retos de la vida se hacen tan insignificantes que te sientes superior a todo eso, hasta puedes jurar que todo tiene solución, pero ya te vas y todo queda atrás. Es un momento de paz, una válvula de escape con algo tan trascendental como la muerte, pero con la sensación extraña y cobarde, quizás, de que aún estas atado a este mundo, hasta que decidas lo contrario, pero disfrutas el momento.

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JAHIR CURREA LOZANO
Comunicador social, egresado de la Universidad de Cartagena, Colombia. Amante de las letras y la fotografía.
Cuento lo que quiero contar, sin límite de caracteres y a todo color.