No era tan idiota, o por lo menos era gracioso, y siempre con un buen argumento. Era más bien un ingenuo y torpe con suerte y de gran corazón -quizás eufemismos de la nostalgia-.
Su voz era distinta, sus aventuras más interesantes, al
final era reflexivo, a pesar de lo irritante que él podía ser. En fin, era un
personaje de la mezcla hilarante de la sátira y la compleja realidad. Era más
que el bufón de hoy.
Fue
considerado el segundo mejor personaje animado de todos los tiempos según
la revista norteamericana TV Guide en
el 2002; y uno de los 25 personajes más influyentes de los últimos 25 años
según el USA Today en el 2007.
Homero
J. Simpson ha cambiado; ya no es el de antes. Él, toda su
familia y Springfield en general no son los mismos. Definitivamente Los Simpson de
temporadas pasadas eran mejores.
Si
bien la ilustración mejoró considerablemente -los trazos más y mejor definidos,
los colores mucho más brillantes y llamativos- no hay más que decir: Su esencia
se ha perdido.
Homero
pasó a ser un tonto sin gracia, evidente en su idiotez y con muchas
escenas de torpeza gratis. Antes sus discursos eran “inteligentemente” torpes y lúcidamente creativos, contextualizados siempre en su realidad familiar y
social. Era “creativamente brillante en su estupidez”, según las propias
palabras de David Silverman.
“¡No
soy un mal tipo! Trabajo duro y quiero a mis hijos. Entonces, ¿Por qué tengo
que pasarme medio domingo escuchando cómo voy a ir al infierno?” Homer
J. Simpson.
“Lisa,
sino te gusta tu trabajo, no lo hagas. Solo ve todos los días y hazlo a medias,
ese es el modo americano”. Homer J. Simpson.
Los
Simpson se caracterizaban por su sutileza e ironía en muchas de sus líneas.
Funcionaba en muchos niveles de humor. Eran versátiles, no como ahora: planos y
sin gracia.
No
solo eran palabras, también eran gestos, detalles y composición de
la imagen en escena.
Las
historias estaban muy bien escritas. Recuerdo como una situación inicial
totalmente distinta conllevaba a la historia central del capítulo. Ingenioso.
Al final siempre había un mensaje en donde se veía la humanidad y nobleza de
Homero y lo más importante la unión familiar que siempre los
ha caracterizado a pesar de los problemas.
Ahora
los capítulos son descabellados, cargados de chistes evidentes –
nada que ver con la sutiliza de antes- y ridículamente absurdos que obligan incluso
a modificar ciertas características de los personajes en función de los
capítulos en donde ya no vemos los problemas de la vida cotidiana tan bien
estructurados en el contexto de un Sitcom.
Ni
mencionar el desafortunado cambio de esos otros protagonistas. Aquellos que
prestan sus voces para dar vida a los personajes. No hay duda que las mejores
voces eran las de la versión latinoamericana con el mexicano Humberto Vélez (Homero),
que, por cuestiones presupuestales, han sido cambiadas y, como si fuera poco,
ahora los personajes parece que quisieran imitarse a sí mismos. Ya
esto es un tema ajeno a los guiones y a Matt Groening.
Sin duda alguna esta es una serie que se ha vuelto muy comercial, aun cuando ya lo era, con la única diferencia de que ahora diera la impresión de que ellos lo saben y lo demuestran: “Somos famosos, somos divertidos y vendemos”. Todo llega a tal punto que pareciera una parodia mal hecha de sí misma. Muchos clichés y un gran vacío que deja lo light.
¡Sálvalos Jebús!
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JAHIR CURREA LOZANO
Comunicador social, egresado de la Universidad de Cartagena, Colombia. Amante de las letras y la fotografía.
Cuento lo que quiero contar, sin límite de caracteres y a todo color.
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